miércoles, 29 de agosto de 2007

Paraíso

A esta hora debía estar con ella por el parque, dando pan a los pájaros o hablando con los otros viejos. Agosto es un mes para viajar a cualquier paraíso. Ella estará en alguno, entre Málaga y el cielo.

martes, 14 de agosto de 2007

Oblits I

No me’n queda cap, de prova
i ara em falta constatar.
Tornar a escriure
lletra a lletra,
amb tinta blava i violeta

de la que ara aquesta tarda
s’ha impregnat.

Em fabrica la inconsciencia
peça a peça,
components intercanviables
d’un passat.
Unes botes, un calaix
i enmig d’Atenas i Esparta
una carta,
sense enviar.

Quatre lletras espargides,
—no en vull gaire—
uns quants retalls,
o bé el dibuix d’una branca
on els meus records es tornin

a gronxar.
Seres alados III

No volveré a ver a Ricardo. No en esta vida. No volveré a hablar con él. No con estas palabras. Era enorme de tamaño, pero ligero. Sutil. Alado. Rondará por mundos para él fascinantes, para mí desconocidos, para muchos inexistentes. El viento suave y cálido que entra por la ventana se me antoja su voz. Esta noche quiero soñar una acuarela.
Seres alados II

Veo las noticias mientras tomo el café de la mañana. ¿Por qué es tan importante un dibujo más o menos gracioso, o el hecho de que un pequeño se sumerja? Relaja pensar que no haya cosas más urgentes. O bien, preocupa.
El caso es que vuelvo a escuchar el mismo sonido. Aleteo, pero esta vez más fuerte. Una paloma ha encontrado solaz en la galería. Plácida ella (o él), descansa debajo del tendal. Mi presencia no le altera. Parece a gusto. Parece no preocuparle a dónde va, ni de dónde viene. De momento descansa, nada más. Cogiendo fuerzas, quizá, para el siguiente derrotero.
Me inspira que en la misma semana dos seres alados se cruzaran en mi camino. O yo me cruzara en el suyo. Siempre he creído que los seres humanos podemos volar. Por razones prácticas sin embargo, dejo a la ciencia la tarea de demostrarlo. Pero el dolor de espalda, ese que cuesta a veces localizar y definir, puede ser de las alas —del espíritu, claro. Puede ser un aviso de que nos falta ligereza, de que nos falta volar.
Seres alados I

¿Aleteo? No tengo un oído agudo, pero conozco ese sonido. Aleteo. Sentirse atrapado en un lugar. Cerré las puertas, después los ojos. Aleteo. Silencio. Aleteo. ¿Cómo pudo este ser alado llegar allí? Curiosidad, hambre —amor incluso— pudieron llevarlo a meterse en lo que pensó un destino. Destapar el cajón del extractor era la parte fácil. Más difícil era que el pájaro —pequeño y asustado—, me entendiera. Pero si yo percibí su aleteo, él entendería mi señal. Salió y revoloteó. Cayó confundido. Dejé semillas, agua y la puerta abierta. Comió realmente poco.

Y voló.