viernes, 18 de abril de 2008

Patrimonial

Sin acabar, seis cartas,
tres poemas
y un saco lleno de primeras piedras
para lanzar al mar
que la consciencia
dice que no estoy libre de pecar.

Te dejo en mi libreta
incautos, inexpertos,
intentos de poeta
y un poco de mi vida en espiral.

La marca del naranjo
en la mano derecha,
a veces un dolor en la muñeca
y un calcetín sin par.

Yo me llevo el paisaje
de tu ventana abierta
y de las buganvillas, el magenta.
Los días aburridos
y las horas de la siesta.

También tomo las piezas
de nuestras reflexiones
y tu mirar brillante cuando explicas
historias de niñez,
o de ciencia-ficciones.

Te dejo las tristezas
que me hicieron feliz,
dos tazas sin café,
mi cavilar nocturno
y el dilema —resuelto— del origen del mundo.

Nos queda la incerteza
de difusos futuros,
y un juego de siluetas
con mil combinaciones
del tiempo juntos.

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