Patrimonial
Sin acabar, seis cartas,
tres poemas
y un saco lleno de primeras piedras
para lanzar al mar
que la consciencia
dice que no estoy libre de pecar.
Te dejo en mi libreta
incautos, inexpertos,
intentos de poeta
y un poco de mi vida en espiral.
La marca del naranjo
en la mano derecha,
a veces un dolor en la muñeca
y un calcetín sin par.
Yo me llevo el paisaje
de tu ventana abierta
y de las buganvillas, el magenta.
Los días aburridos
y las horas de la siesta.
También tomo las piezas
de nuestras reflexiones
y tu mirar brillante cuando explicas
historias de niñez,
o de ciencia-ficciones.
Te dejo las tristezas
que me hicieron feliz,
dos tazas sin café,
mi cavilar nocturno
y el dilema —resuelto— del origen del mundo.
Nos queda la incerteza
de difusos futuros,
y un juego de siluetas
con mil combinaciones
del tiempo juntos.
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