martes, 14 de agosto de 2007

Seres alados II

Veo las noticias mientras tomo el café de la mañana. ¿Por qué es tan importante un dibujo más o menos gracioso, o el hecho de que un pequeño se sumerja? Relaja pensar que no haya cosas más urgentes. O bien, preocupa.
El caso es que vuelvo a escuchar el mismo sonido. Aleteo, pero esta vez más fuerte. Una paloma ha encontrado solaz en la galería. Plácida ella (o él), descansa debajo del tendal. Mi presencia no le altera. Parece a gusto. Parece no preocuparle a dónde va, ni de dónde viene. De momento descansa, nada más. Cogiendo fuerzas, quizá, para el siguiente derrotero.
Me inspira que en la misma semana dos seres alados se cruzaran en mi camino. O yo me cruzara en el suyo. Siempre he creído que los seres humanos podemos volar. Por razones prácticas sin embargo, dejo a la ciencia la tarea de demostrarlo. Pero el dolor de espalda, ese que cuesta a veces localizar y definir, puede ser de las alas —del espíritu, claro. Puede ser un aviso de que nos falta ligereza, de que nos falta volar.

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